
La grandiosidad de las pequeñas prácticas
Recuerdo aquella experiencia entre cerros caprichosos, cielos intensos, y una sencillez abrumadora, cuando nos propusieron hacer una parada en el viaje para aprender de las comunidades andinas. La ocasión me regalaría la posibilidad de comprender la verdadera esencia de la palabra complementariedad, base de la diversidad bien aprovechada, de la colaboración que hace grande a los que la practican y del verdadero funcionamiento en equipo sin necesidad de definición alguna.
La experiencia
Era una mañana fresca de una claridad absoluta. Llegamos hasta un punto en el recorrido y paramos para conocer las características de las plantaciones andinas. Nos recibió un guía comunitario encargado de atender a visitantes de todo el mundo. Siguiendo un libreto bien aprendido producto del repetir y repetir cotidiano, nos explicó el funcionamiento de la agricultura de estas comunidades. Caminando entre surcos de tierra aterronada y seca nos contó que estaban iniciando por primera vez en ese lugar la siembra de algunas variedades de papas, motivo por el cual varios miembros de otras comunidades conocedores de estos temas, estaban llegando para ayudar. Sería un trabajo de varios días ya que la zona a cubrir era grande. Uno de los agricultores llevaría adelante la organización y haría una distribución de las tareas aprovechando el conocimiento y experiencia que traían los distintos colaboradores. Entre los que llegaban estaban los que sabían cómo trabajar con las nuevas variedades que se iban a sembrar. Otros eran expertos en preparar las tierras nuevas que nunca habían sido cultivadas y estaban también los especialistas del riego mejorado, esencial para los cultivos de esas zonas precordilleranas. Si bien todos hacían de todo, la importancia estaba en que cada uno de los que habían llegado para colaborar brindaría generosamente todo su conocimiento y experiencia, asegurándose de dar lo mejor para potenciar su trabajo con el del otro. Y finalizado el trabajo, los que habían llegado a colaborar tendrían un pago simbólico, que consistiría en recibir la misma ayuda cuando sembraran sus tierras.
La explicación
En este punto me intereso conocer en que basaban esta organización que nos estaba presentando. Fue entonces cuando el guía explicó el concepto de yanantin, una categoría cultural a partir de la cual las comunidades andinas organizan su cotidianeidad, construyen sus conocimientos y sustentan los compromisos con los que interactúan. El fundamento que rige esta idea es la dualidad; esto es que todo elemento en el universo tiene un otro (u otros) que lo complementa permitiendo que alcance sus objetivos y pueda vivir feliz y en paz. Esta idea de elementos que caminan juntos complementándose, permite que personas y comunidades puedan construir un profundo significado de equipo y llevar adelante sus proyectos de vida exitosamente en conjunto. En este yanantin funcionan tres principios unidos entre sí; el de relacionalidad, complementariedad y reciprocidad. Una relacionalidad que propone que para que todo en el universo funcione bien, debe estar necesariamente vinculado entre sí. Una complementariedad que invita a juntarse con otros que tengan algo distinto que yo no tengo, o que conozcan algo que a mí me falta. Y una reciprocidad que permita construir y crecer a partir del dar y recibir, compartiendo el esfuerzo para que no recaiga solo en uno, propiciando que todos ganen.
La reflexión
Resulta interesante revisar este enfoque a la luz de la construcción de equipos que funcionan relacionándose desde las diferencias, complementándose desde el conocimiento y la experiencia, potenciándose desde la reciprocidad. Equipos basados en una cultura de la generosidad que promueve la abundancia y toma distancia de la escasez. Equipos donde sus miembros no compiten, porque saben que son todos distintos, en tanto se reconocen como lo mismo, partes de un todo. Desde los autores clásicos como Tom Peters con sus “5C del trabajo en equipo”, a autores más contemporáneos como Patrick Lencioni y sus “5 disfunciones de un equipo”, el abanico de propuestas que podemos encontrar para aprender sobre estos temas es infinita. A todos ellos, parece interesante sumarles la mirada profunda que propone el concepto de la triada: relacionalidad, complementariedad y reciprocidad. Un concepto simple pero a su vez poderoso por la fuerza de lo que genera en las personas y en lo que estas producen. Un concepto con un funcionamiento basado en principios naturalizados en la cultura de las personas y sus comunidades. Y tal vez lo más interesante, lo que habilita, que esa ausencia de competencia que propicia a que todos participen y ganen por igual.
Llegando al final
El viaje llegaba a su fín entre anécdotas, decenas de fotos y una agradable e indescriptible sensación de satisfacción. Nuevamente en la ruta me quedé pensando en la grata experiencia de lo vivido y la oportunidad grandiosa que nos brindan las pequeñas prácticas. Una visita a comunidades andinas de nuestra América Profunda me había ofrecido ese día uno de los mejores aprendizajes de toda mi vida.
Por Jorge Buforn, líder de transformación organizacional de OLIVIA